Se levanto, desesperada ya después de varias horas sin poder dormir. Miro por la ventana y descubrió una luna llena y hermosa. Observándola se quedo varios minutos, pidiéndole que todos aquellos fantasmas que su mente inundaban desaparecieran y poder caer en los dulces brazos de Morfeo “dios de los sueños”.
Una noche más de esas en las que le era imposible dejar de dar vueltas en la cama; y mil cosas rondaban en su cabeza las cuales, no dejaban que conciliara el sueño. Y entonces decidió sentarse frente al ordenador en silencio y comenzó a escribir, intentando vaciar su mente de esa manera y sentirse en paz.
Busco unos auriculares, los cuales conecto al portátil procurando así hacer el menor ruido posible. Y de fondo dejó que sonara la banda sonora de El Fantasma de la Opera (no sabía por qué, pero siempre sentía tranquilidad cuando la escuchaba), mientras escribía.
Entonces recordó algo que había leído aquel día. ¿Es posible sentirse solo cuando vivimos en un mundo en el cual nos rodea tanta gente? Y comenzó a debatir con ella misma plasmando sus pensamientos sobre el tema. Uno de los comentarios apoyaba la idea de que nadie estaba solo si mira a su alrededor. El siguiente daba la opinión contraria, que podemos estar rodeados de centenares de personas y sentir una soledad que llegue a dar miedo. Interesantes ambos puntos de vista.
Ella pensó en su propia experiencia. Amaba con locura a una persona que la llenaba por completo, y sentía plenamente el amor que él le daba. Pero (y como siempre en la vida todo tiene un pero), asumió la realidad. Esta era que se dio cuenta que mil veces se sentía sola. No tanto físicamente por la cercanía de él, sino por todo aquello que le faltaba. Familia, amigos; hasta sufrió la pérdida de su mascota de más de 15 años en la distancia. Algo que llego a dolerle profundamente por no haber estado allí acompañándola en sus últimos momentos. Su leal y fiel amiga de momentos de risas, y también de llantos.
Vivir en la distancia problemas que sufrían sus familiares, sin poder estar junto a ellos. Pensando si como le sucedió con su querida mascota, no le podría pasar con sus padres. En esos momentos se preguntaba si podría recibir algún día la llamada fatídica que le indicara que alguno de los dos faltara y no hubiera podido estar allí para darles un último beso. Nadie tenía la culpa por que ella se sintiera así. Su amor la hacía muy feliz. Y pensar en estar lejos de él también la ponía triste. Pero en determinados momentos, le era imposible no sentirse así. Y que la inundara ese sentimiento de soledad.
Por otro lado mil veces una simple mirada suya, o una sonrisa sincera la hacían sentir que no necesitaba nada más alrededor para sentirse bien. Podría parecer una contradicción, ¿verdad? Pero, nada más lejos de la realidad. Ella llegó a la conclusión de que ambos comentarios que leyó aquel día, cada uno en su medida tenían razón. Y así lo sentía. Que paradójica es la vida.
Por lo cual se decidió a vivir cada momento como si fuera el día siguiente el último de su vida. Tratar de ser feliz con todo aquello que tenía actualmente. Dejar de lado las cosas insignificantes que solo pudieran restarle felicidad. Para que discutir con las personas que tanto quería, sin saber cuando le fatarian. Por qué dejar paso a esos fantasmas que llegados la noche le quitaban el sueño y hacían que se sintiera mal. Con cosas así, estaba restando momentos de felicidad a su vida, y a la de quienes la rodeaban en la cercanía y en la distancia.
Si hubiera podido hablar con cada persona que se sentía como ella en tantas ocasiones, les daría el mismo consejo. Que disfruten la vida, con lo bueno y lo malo que trae. Pero sin dejar que se apaguen las llamas de cada una de las ilusiones que se tengan. Esa intentaría que fuera a partir de ese momento su máxima prioridad. Y ante todo, hacer felices a todos los que la querían.
Y con esos pensamientos, y echando un último vistazo a la preciosa luna que brillaba inmensa aquella noche, volvió a la cama. Triste, por todos en los que pensó. Pero positiva, ante la nueva expectativa que se abría ante ella para no volverse a sentir más así. Y deseando poder ver realizados todos los sueños que juntos tenían para él futuro.
Ya estoy aquí Morfeo… acúname en tus brazos y déjame caer en un dulce sueño.
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